A veces uno no sabe que cerca de casa tiene un tesoro, y no hablo de metales preciosos, sino de joyas naturales como los paisajes repletos de naturaleza, de viñas, de aldeas y fincas, y sobre todo de gentes y sus fenomenales proyectos para recuperar el entorno natural y sobre todo disfrutarlo, obteniendo de este sus frutos para elaborar vinos y otras bebidas espirituosas con alma y respetuosas con el medio.
Llevaba tiempo queriendo encontrar un halo de felicidad y pensamientos positivos y curiosamente ayer lo encontré en una reunión de amigos, algunos conocidos de antaño y otros que conocía por primera vez físicamente.
Pusimos rumbo a Requena donde habíamos quedado por primera vez con Vicente y Elaina, una pareja con la coincidimos en el mundo real (tras hacerlo a través de la red) y que venían a pasar un día entre amigos. Para ello recorrimnos los 12 kms que hay entre la ciudad de Requena y su aldea La Portera, un pequeño enclave situado en dirección Albacete por la N330, y que atravesando el Campo de Arcís y un entorno paisajístico dominado por las viñas sobre la mítica 'tierra roja' característica de los campos de la DO Utiel-Requena alcanzamos en menos de 20 minutos.
Casi era la hora de comer al llegar a la aldea, así es que lo dispusimos todo para ello en La Sartén, un coqueto y pequeño restaurante situado en la calle Mayor de La Portera, donde degustamos algunos platos típicos de la zona como el ajoarriero, los gazpachos de la zona (similares al Manchego) y otras viandas que nos sirvieron para encarar la tarde que se nos avecinaba.
Al cruzar la calle nos encontramos con la puerta de madera, que flanqueda en su lado izquierdo por un imponente árbol, daba lugar a la entrada al patio de Bodegas CUEVA. Allí estaba Adela que nos acogió estupendamente y algo me decía que la velada iba a ser muy intensa e interesante. Mientras esperábamos a Mariano, enólogo de la bodega, y a algunas personas más, Adela nos preparó un café y nos frutos secos en una mesa situada debajo de una joven higuera, donde empezó a fraguarse una bonita tertulia amable y llena de interés para los asistentes.
En cuanto llegó Mariano, continuamos con la velada y tras un rato charla distendida empezamos a catar los vinos naturales que la bodega elabora. El proyecto de bodegas CUEVA trata de ser respetuosos con nuestro entorno, seleccionando uvas de agricultura ecológica para elaborar unos vinos de la manera más natural posible, dejando que los ciclos lógicos de cada proceso sigan su adecuado cumplimiento, sin utilizar productos químicos ni añadidos para conseguir un vino que por si solo sea capaz de decir de dónde ha venido.
La bodega elabora dos tintos comerciales que pudimos catar en las añadas 2006 y 2007. El primero de los tintos es un vino que no pasa por barrica de roble, de las variedades Tempranillo, Bobal y Garnacha, vinificadas por separado y que luego conformarán el 'coupage' definitivo. Este vino se muestra muy vivo y muy bien evolucionado, destacan aromas a frutas rojas y negras, el vino de 2006 más madura y el de 2007 más fresca y jovial, aromas especiados a mentolados, lácteos, levaduras y de tanino muy redondeado y afinado tras su reposo en la botella.
Los de 2006 y 2007 madurados en barrica de roble, robles de diferentes lugares, con un suave tostado y de grano fino, hacen evolucionar el vino, con el mismo coupage, hacia aromas y sabores más tostados, con otro tipo de especias como vainillas, café, cacao, ... pero que en la copa van evolucionando para tornarse más dulces e integrados con esos toque frutales y de compotas.
Para hacer una pausa en la cata y momento de tertulia en torno a los vinos, visitamos los antiguos trullos o lagares subterráneos de la casa de labor que alberga la bodega, así como el resto de la bodega, utensilios modernos y los subterráneos convertidos en el espacio perfecto para la crianza de los vinos, tanto en barrica como en botella, y descubrir los secretos mejor guardados de la bodega, no comercializados, de momento, por la misma y que pudimos disfrutar.
Como ejemplo un vino blanco de Macabeo, que guarda alguna levadura para que siga fermentando en la botella y tenga un punto petillante sin llegar a ser un espumoso, y que no se clarifica ni estabiliza, con lo que aparenta cierta turbidez, pero que al paladar es diferente. Un cava (estamos en Requena) de Macabeo y Chardonnay, hecho por el método tradicional, sin uso de clarificantes ni adición de azúcares, simplemente con mosto y levaduras que reposa en estos lagares y que hemos tomado recordando sabores y aromas que hoy por hoy son difíciles de encontrar en las elaboraciones comerciales.
También descubrimos un vino de bobal, realizado con técnicas de reducción, cosechas sobremaduradas y con afán de experimentar y conocer que podría pasar al acometer tal empresa. Os puedo decir que es lo más parecido a la ambrosía que tomaban los dioses del Olimpo y luego también catamos orujo de jengibre y aún nos hubieramos encontrado más sorpresas, pero ya era un poco tarde y decidimos abandonar tan agradable reunión, que espero se repita y podamos contaros más cosas sobre este espectacular proyecto.
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